Relatos y tradiciones

EL CAMPO DE HOY

A la muerte de Don Fermín, sus hijos heredaron un campo. Ellos, que siempre habían vivido a expensas de su padre, poco entendían del trabajo tesonero que representa hacer producir la tierra. Sólo uno, que gustaba de aquella existencia agreste, quedó en el hogar mientras sus hermanos partieron hacia otros rumbos llenos de ilusiones.
Pasaron los años. Poco recordaban los ausentes a aquel hermano campesino a quien suponían agobiado siempre por una vida llena de sacrificios v privaciones.

Un día, uno de ellos resolvió visitarlo. ¡Qué sorpresa le aguardaba! La vida rústica del campo había sido objeto de una transformación extraordinaria y una existencia cómoda y tranquila había sucedido a la dura realidad de ayer.
Elementos mecánicos facilitaban ahora el trabajo haciéndolo más rápido y productivo. Los arados eran arrastrados por tractores; la siembra, la siega y la trilla realizadas por máquinas perfeccionadas, hacían más fácil y útil el esfuerzo humano.
La seguridad del esfuerzo compensado serenaba los espíritus: el gobierno adquiría los productos a un precio justo y remunerador; facilitaba también las semillas, animales y elementos necesarios para el trabajo, mientras las cooperativas contenían los abusos de algunos intermediarios.
Los obreros del campo disfrutaban de viviendas higiénicas; leyes protectoras como el Estatuto del Peón y la Ley de Arrendamientos, toda la obra del Gobierno Justicialista dando a cada uno el lugar que le corresponde dentro de la nueva organización del país, fueron la realidad que deslumbró al hombre de la ciudad que había venido a visitar a su hermano del campo.